sábado, 11 de octubre de 2014

Saca y saca aceite

En sábado pensando en los más pequeños.

Con la ausencia de papá muchas cosas cambiaron en la familia. De verdad que la pasamos mal. Su partida fue muy dolorosa. Mamá sufría en silencio como para que no lo notáramos, pero mi hermano y yo sabíamos de su tristeza y nosotros también llorábamos a escondidas.
Eran tiempos difíciles, de mucha escasez. Por lo menos cuando papá estaba, no sé como lo hacía, pero si teníamos dificultades o sentíamos miedo, nos inyectaba ánimo. Siempre nos hablaba de confiar en Jehová el Dios de Israel, y la verdad es que nunca nos fuimos a la cama con el
estómago vacío. Pero ahora no era lo mismo.
Un día llegó a visitarnos un personaje que algo muy importante le habrá dicho a mamá; pues hablaron largamente en privado y después que él se fue, veíamos a nuestra madre muy pensativa. También notamos algo extraño: A ratos se nos quedaba mirando como con lástima. Así nos parecía. Otras veces daba la impresión que quería decirnos algo, pero como que se le atragantaban las palabras.
El día temible llegó. El misterio por fin sería develado. Ese día mamá nos dijo que abriría su corazón y nos contó que papá había dejado una gran deuda y por más que mamá trabajase en el campo o con la rueca el resto de su vida, jamás ganaría lo suficiente para cancelarla. Sólo teníamos una opción y era la más dolorosa; mi hermano y yo iríamos a trabajar como esclavos y nuestro acreedor a cambio, condonaría la deuda.
Legalmente era procedente, pues estaba contemplado en la Thorá, y físicamente era factible, pues reuníamos las condiciones. Pero el corazón de una madre nunca se rinde, y mamá llenóse de fortaleza y fue adonde el varón de Dios y le contó lo que estaba pasando: -"Mi esposo, su servidor, ha muerto, y usted sabe que él era fiel al Señor. Ahora resulta que el hombre con quien estábamos endeudados ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos."
Lo que pasó después fue glorioso. El profeta Eliseo, que así se llama el varón de Dios, mandó a mamá pedir prestado entre sus vecinas todas las vasijas que pudiese y así lo hizo. La segunda orden fue todavía más apremiante. Del poquito de aceite de oliva que había en casa, llenaríamos ¡todas las vasijas prestadas!, que eran bastante... ¡Guau! ¡El profeta nos estaba involucrando en la realización de un milagro! ¡Y el milagro se hizo!  Con aquel poquito de aceite empezamos saca y saca aceite y el aceite nunca se terminaba. Siempre veíamos la misma cantidad en el envase original... hasta que se llenó la última vasija ajena. Entonces sí, el aceite dejó de fluir.
Todo el aceite depositado en vasijas prestadas se puso a la venta y el dinero obtenido permitió a nuestra madre pagar la deuda y con lo que quedó hemos podido vivir tranquilos.

Lo que has leído es una adaptación basada en la historia bíblica de "Eliseo y el aceite de la viuda", como si fuese contada por uno de los hijos de la mujer (2 Reyes 4:1-7). La Biblia presenta a Dios como "Padre de huérfanos y defensor de viudas" (Salmo 68:5). El salmista dijo: "Aunque afligido yo y necesitado Jehová pensará en mí" (Salmo 40:17) y "Los que miraron a él fueron alumbrados, y... no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias" (Salmo 34:5-6). Dios dice por medio del profeta Jeremías: "Clama a mí, y te responderé; y te revelaré cosas grandes e inaccesibles que tú no conoces" (Jeremías 33:3 RVA).

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