Yo tendría unos diez años cuando mi madre compró un casal de palomas cuya raza ignoro
pero no eran palomas comunes. Tal vez hayan sido unas tórtolas. Macho y hembra lucían su hermoso plumaje matizado en gris con el pecho blanco y una franja negra con borde blanco alrededor del cuello. Eran unos ejemplares muy bellos y en casa soñábamos con ver sus crías.
Pero aquella tarde nuestro sueño se truncó. Tras escuchar el fuerte aleteo corrimos a ver que pasaba y para nada nos gustó la escena. Pequeñas plumas que flotaban en el aire y tendido sobre el piso de la jaula el cuerpo inmóvil, nunca supe si del macho o de la hembra, en tanto la otra avecilla permanecía temblorosa en un rincón de la jaula. Un depredador había entrado a hurtadillas y abriendo la pequeña puerta de la jaula atacó a las aves tomando una de ellas por la fuerza causándole una terrible herida. Luego huyó a toda prisa en lo que sintió nuestras pisadas. Todos en casa nos sentimos muy tristes.
Con el paso del tiempo aprendí que cosas semejantes le ocurren a las personas cuando hay otras que abusan, agreden o pretenden sacar partido de otros más débiles o de quienes ocasionalmente ocupan una posición inferior o están en desventaja. Felizmente los seres humanos no estamos enjaulados, tenemos familia que nos apoya, personas con quienes podemos hablar y nuestro Padre celestial nos ha dotado de intuición e inteligencia, pues nos hizo a su imagen y semejanza; de manera que podemos enfrentar situaciones difíciles y salir airosos. Tenemos además el recurso de la oración, podemos orar y pedirle en el nombre de Jesús su dirección y protección todos los días de nuestra vida.
La Biblia dice que mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que domina su espíritu, que el que toma una ciudad (Proverbios 16:32).

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