Sucede que la fe cristiana no puede ser ajena a lo que ocurre en y con el universo. El ser humano por naturaleza no puede disociarse del cosmos. A principios de la era cristiana el apóstol Pablo escribió que todo lo creado permanece en un estado de expectación anhelante y gime como una mujer en trabajo de parto a la espera de la manifestación de los hijos de Dios donde la creación también será partícipe de su liberación (ver Romanos 8.19 al 22).
EL DETERIORO
Para nadie es un secreto que la humanidad está envuelta en una crisis ecológica sin precedentes. El daño causado al planeta a partir de la revolución industrial en muchos casos parece irreversible. Tanto el capitalismo como el socialismo han sido señalados como causantes del deterioro ambiental por ilimitado productivismo. Por supuesto los dardos apuntan mayoritariamente hacía los países industrializados de occidente, lo cual tiene su explicación según algunos en la postura política de sus principales voceros si bien el señor Albert Gore, Jr. quien fue Vicepresidente de los EEUU y candidato a la presidencia en las elecciones del 2000 que perdió frente a George Bush, ha recorrido el mundo alertando en cuanto al "calentamiento global" o "cambio climático", lo que le valió el Premio Nóbel de la Paz en el 2007.
SUS CONSECUENCIAS
La voracidad de los paises de tradición "judeo-cristiana" o "cultura occidental" coloca sobre ellos la mayor carga de responsabilidad en el deterioro global que ha traído como secuela enfermedades, hambrunas, millares de muertos y mayor desigualdad en el mundo afectando a las comunidades más vulnerables del planeta.
¿QUÉ DICE LA BIBLIA?
La iglesia no puede dar la espalda ante semejante realidad que es contraria a la voluntad del Creador. Él desea disfrutar juntamente con sus criaturas de sus obras según leemos en Salmos 104. El salmista inicia y concluye su canto exhortando su propia alma a bendecir a Dios al contemplar el perfecto engranaje de la naturaleza y presenta la imagen poética de un señor o jefe de familia que desde sus aposentos mantiene su casa. En palabras de Frans Van Deursen (Los Salmos, 1997): "Allí leemos de un divino señor de la casa, un rey... [que puso] su tienda de campaña en el cielo"(v. 3). Desde allí distribuye su hacienda para bienestar de todos (vs. 24-28). Todo funciona en orden y perfecta armonía, pues cada cosa tiene su tiempo prefijado (vs. 19-23). El salmo termina con una oración pidiendo la destrucción de los malvados que seguro incluye a los que destruyen la tierra: "Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar... y de destruir a los que destruyen la tierra." (Apocalipsis 11.18).
¿Y LA IGLESIA?
Cada uno desde nuestra posición o área de influencia estamos llamados a hacer todo cuanto podamos para que nuestra vida en la tierra sea de bendición para todos. Desde una teología pensada únicamente en función de la salvación del alma y una vida celestial, hemos pasado por alto que "la tierra está llena de sus beneficios" (v. 24) que hacemos bien en contemplar, disfrutar, querer y cuidar.

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