De nuevo en sábado pensando en los más pequeños
Tengo muy presente la ocasión cuando el menor de nuestros hijos siendo niño fue víctima de una picadura de abeja. Tendría entonces unos cuatro años. Se encontraba él en nuestra habitación cuando aquel insecto se coló por la ventana y con tan buen tino encajó su aguijón no recuerdo ahora si fue en su cara, en el brazo o alrededor del cuello.
Lo cierto es que escuché su grito desesperado y corrí en seguida a ver qué pasaba. Nuestro muchacho temblaba y no podía contener el llanto. Lo abracé y en verdad me provocaba llorar con él, sobre todo cuando le oía decir: -Es que me duele mucho, papá.
Entonces recordé cuando teniendo unos diez años yo mismo sufrí una picadura de avispa. Recuerdo que iba caminando cuando sentí que algo chocó contra mi cara y sentí un pinchazo terrible más no supe lo que había pasado hasta que llegué a casa con la mejilla bastante inflamada. Pensando en esto le dije a mi muchacho con toda la ternura que pude: -Yo sé que te duele, hijo, porque a mi también me picó una avispa hace muchos años.
Debo confesar mi asombro al observar que por instantes nada más, tal vez milésimas de segundos, nuestro muchacho detuvo su llanto y me miró fijamente como sorprendido al oír mis palabras: -Yo sé que te duele, hijo, porque a mi también me picó una avispa...
Pasado ese instante siguió llorando y mi esposa y yo procedimos a aplicar los remedios que se recomienda en caso de picaduras de insectos.
Pero lo que quiero resaltar es esa fotografía que quedó impresa en mi cerebro de mi pequeño hijo en su sufrimiento mirándome sorprendido cuando le hice saber que yo entendía su dolor porque también había pasado por lo mismo.
Suele ocurrir que hijos e hijas ven a sus padres y madres como si fuésemos personas todo el tiempo echaos pa'lante, valientes, decididas, perfectas, exitosas. Pero resulta que también fuimos niños o niñas, nos tocó crecer, estudiar, y posiblemente enfermar, sufrir, pasar trabajo, lidiar con nuestros fracasos, vencer temores, etc. Es por eso que padres y madres tenemos la capacidad para comprender a nuestros hijos e hijas y ayudarles a enfrentar sus propias situaciones que seguramente serán semejantes a las nuestras cuando estábamos como ellos. Nosotros pasamos por allí primero.
La Biblia dice: «Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre, porque adorno de gracia serán en tu cabeza, y collares en tu cuello" (Proverbios 1:8-9 RVR1995).

No hay comentarios:
Publicar un comentario