domingo, 28 de agosto de 2016

COMO SI JESUCRISTO HUBIESE PECADO

Ciertas comunidades cristianas parecen atribuir una mayor autoridad en el púlpito y en posiciones de liderazgo a quienes han vivido situaciones de fracaso moral partiendo del supuesto de que “tienen más experiencia para enseñar y comprender a otros” que aquellos que jamás han tenido un resbalón. Por ejemplo, hay quienes piensan que un creyente que ha pasado por la experiencia del divorcio está mejor preparado para hablar acerca del matrimonio y la familia que cualquier otro creyente cuyo matrimonio ha permanecido estable. Ante tal razonamiento es válido preguntar:
¿Acaso esta postura no equivale a considerar que si Jesucristo hubiese pecado tendría una mejor comprensión de los conflictos humanos?
SACERDOCIO IMPERFECTO
Hace dos mil años el autor de la carta a los hebreos hizo una comparación entre el sacerdocio levítico y el sumo sacerdocio de Cristo llegando a la conclusión de que aquel primero era santo pero imperfecto, oficiado por hombres que se mostraban pacientes con los ignorantes y pecadores estando ellos mismos rodeados de debilidad, por lo que debían ofrecer sacrificios primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo (Hebreos 5:1-3).
¿Resultado? Tal sacerdocio no pudo hacer perfecta a la gente (Hebreos 7:19) por lo cual Dios dispuso suplantarlo por algo mucho mejor: un sumo sacerdote santo, inocente, sin mancha, que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios por sus propios pecados sino que se ofreció a sí mismo en nuestro favor acercándonos a Dios (Hebreos 7:26-27).
COMUNIDAD DE GENTE ÍNTEGRA
En este nuevo sacerdocio participan los creyentes que llegan a ser un sacerdocio santo (1 Pedro 2:5, 9). La iglesia es la familia del Dios vivo, columna y apoyo de la verdad (1ª Timoteo 3:15). Se espera de sus líderes una conducta intachable, empezando con su familia (1 Timoteo 3:1-7; Tito 2:7). Si alguien habla mal de la comunidad de los santos que lo haga mintiendo (Mateo 5:11). Mas no somos suficientes por nosotros mismos; nuestra suficiencia viene de Dios (2 Corintios 3:5-6). 
SIN DESDÉN
El Señor no menosprecia a nadie: “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare” (Isaías 42:3). Él vino para restaurar aquella vida débil, golpeada por la vida o por la gente, imposibilitada de recuperarse por sí misma (CBMH). El profeta Ezequiel predijo que el Señor mismo buscará a las ovejas perdidas, recogerá a las extraviadas, vendará a las que estén heridas y fortalecerá a las débiles” (Ezequiel 34.16). ¿Para qué? La respuesta es sencilla: para que una vez encontradas, sanadas y fortalecidas; es decir, perfeccionadas, sirvan al Dios vivo. 
PUES TODOS ESTAMOS PROPENSOS
Ciertamente Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte (1 Corintios 1:27). Somos como frágiles vasijas de barro que contienen este gran tesoro. Esto deja bien claro que nuestro gran poder proviene de Dios, no de nosotros mismos (2 Corintios 4:7). De allí que el Espíritu Santo nos exhorte: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1 énfasis añadido).
COMPLETAMENTE EQUIPADOS
El término "restauradle" proviene de katartizo, cuya traducción literal es remendar, hacer apropiado, preparar, equipar completamente. Da la idea de volver a su condición normal un miembro del cuerpo (hueso o articulación) que se ha dislocado. Quien ha sufrido alguna fractura, torcedura o esguince sabe que sin un tratamiento médico adecuado no es posible volver a tener la misma desenvoltura que se tuvo antes. Escribe Pablo en su metáfora del cuerpo humano aplicada a la unidad y funcionalidad de la iglesia: "De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros se gozan con el" (1 Corintios 12:26).
Se requiere una iglesia saludable para traer sanidad a las naciones. Obreros cristianos que no tengan nada de que avergonzarse y que usen bien la palabra de verdad (2 Timoteo 2:15). Tomando en cuenta que estamos en un proceso continuo de perfeccionamiento hasta ser conformados a la imagen de Jesucristo como bien lo ilustró el autor Fritz Ridenour en lenguaje deportivo de béisbol (Cómo ser cristiano sin ser religioso, 1962)ninguno como bateador llega a los mil puntos . Ni Babe Ruth, ni Willie Mays, ni Joe DiMaggio. Cincuenta años más tarde eso no ha cambiado. Como tampoco ha cambiado una verdad mucho más antigua y más brillante que el sol: "Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñaron la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad" (Daniel 12:3). 

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