Medio en serio, medio en broma, un hombre cuenta de su experiencia en el matrimonio:-Mi primera gran controversia con mi mujer (al menos la primera que yo recuerdo) tuvo que ver con una rueda de piña.
Vivía la entonces joven pareja en su particular Edén procurando cada uno moldear su vida a la nueva vida en común, aportando cada cual de su bagaje individual para contribuir en la felicidad de ambos.
Un día le apeteció a la hermosa y feliz dulcinea comer una rueda de piña y de
inmediato su apuesto caballero de brillante armadura hizo para complacerla. Durante el noviazgo y en el poco tiempo que tenían de casados, cada uno hacía lo que fuera por complacer al otro. Y nada más placentero que saborear unas ruedas de piña juntos.
Estaban por terminar su refrigerio cuando el novel esposo observa a su pareja tomar el último trozo del plato. Entonces, alargando su mano sujeta suavemente la mano de su amada y le hace saber que no debe comerlo.
Entre asombrada e incrédula, la joven desposada con el rostro serio y mirándole directamente a los ojos inquiere saber por qué. Cuando él da su explicación, la sonrisa desaparecida hace unos instantes vuelve a iluminar el rostro de la joven desposada, pero esta vez acompañada de un rictus burlón.
-¡Así que tu mamá te enseñó a no comerte el centro de la piña!
-¡Así es! Esa parte de la piña es muy áspera e irrita la lengua, produciendo una sensación muy desagradable.
-Pues déjame decirte que esa será tu mamá, pues yo toda la vida me he comido el centro de la piña y no pienso dejar de comerla...
Ninguno de los dos salía de su asombro. Ella, que siempre lo admiró por su inteligencia, ahora le escuchaba decir disparates y de paso tratando de coartar su independencia. Y él, que de pronto se encontró desafiado en su papel de protector y guía, tendría además que elegir quién de las dos mujeres que más ama tenía razón. Un aire enrarecido impregnaba el particular Edén. Pero lo que más fastidiaba era el taqui ti taqui en su cerebro de tan terrible frase: "esa será tu mamá".
Pasa que las personas vamos al matrimonio e iniciamos la vida en pareja llevando cada uno nuestro bagaje particular. No solamente el acervo cultural (educación, conocimientos, costumbres, valores, etc.) sino mucho más determinante el equipaje emocional que a decir del pastor y escritor Charles Stanley tiene que ver con sentimientos, patrones de pensamiento y experiencias pasadas que afectan el comportamiento de la persona y sus respuestas ante la vida.
Como cada uno afronta el matrimonio con la idea de que "esto es así" o "esto se hace así", se requiere cierta dosis de humildad y sentido común para desechar aquellas cosas que traemos de casa y no nos ayudan en la formación de una nueva familia. Aunque la historia de la rueda de piña pudiera parecer una bobada es un buen ejemplo.
El matrimonio como institución es una idea de Dios, no de los hombres: "Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer para formar un solo cuerpo" (Génesis 2:24, TLA). Nos habla de compromiso, unión y complementariedad. No hay lugar para una relación de competencia ni de opresión.
Para tener éxito en la relación matrimonial debemos desechar todo cuanto esté fundamentado en prejuicios, complejos, resentimientos y convencionalismos sociales en oposición a principios cristianos sólidos y prácticos.
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